Escondida tras el inmenso y degradado muro de un garaje en una de las bocacalles de la popular y malagueña Calle Carretería, encontramos una de las heridas más sangrantes del patrimonio histórico-artístico malagueño: los Baños de las Delicias. Situados inexplicablemente dentro de las instalaciones del Garaje de las Delicias en la Calle Marqués de Valdecañas, entre la Plaza de San Francisco y la Calle Álvarez, junto al antiguo Real Conservatorio de Música María Cristina, se “conservan” los restos de esta genuina y desconocida joya de la arquitectura decimonónica malagueña inexistente a los ojos del ciudadano de a pie.
La Calle Álvarez y la Calle Marqués de Valdecañas, que la continúa, surgieron sobre terrenos del Convento y huerta de los franciscanos de San Luis el Real, que se instalaron en este lugar por la Cédula de los Reyes Católicos de 1489 convirtiéndose en uno de los más importantes centros religiosos de la ciudad gracias al patronazgo de poderosos personajes locales. Sin embargo, la precariedad de la obra original y las continuas inundaciones causadas por las crecidas del río Guadalmedina, provocaron la necesidad de multitud de obras de reparación en el complejo, destacando las realizadas durante el siglo XVIII. Finalmente, en 1846, se procedió a su desamortización pasando a ser propiedad del gobierno político de la provincia que pensó dedicarlo a Centro de Instrucción de Dibujo, Geometría, Química y Botánica, proyecto que no llegó a realizarse. Posteriormente fue adquirido en pública subasta por Antonio María Álvarez, después de que el arquitecto Rafael Mitjana alegara el estado ruinoso del convento, operación que fue protestada aunque el propietario llevó adelante las construcciones. Antonio María Álvarez era, en aquel momento, el gobernador político militar de la ciudad y uno de los grandes promotores de los negocios inmobiliarios del siglo XIX llegando a construir, gracias a su influencia, en importantes zonas de la capital. Así, tras el derribo de la mayor parte del complejo religioso, Álvarez procedió a la reorganización de los espacios con la apertura de nuevas calles (entre ellas, la que ostentaba su nombre) y con la construcción sobre el solar del huerto del convento de un conjunto de viviendas siguiendo el modelo arquitectónico decimonónico popular, una plaza de toros y unos baños públicos, siendo éstos los protagonistas del artículo.
El arquitecto Rafael Mitjana se encargó de todas las edificaciones proyectadas sobre el huerto franciscano, excepto del diseño de los baños. Será José Trigueros, en 1842, el arquitecto que trazará los planos del establecimiento público de los Baños de las Delicias. Siguiendo la moda del momento y el esquema de otras de sus importantes obras como el Balneario de Carratraca, construirá un espacio neoclasicista y romántico a la vez, con templetes, fuentes, arcadas y columnas rodeados por frondosos jardines reubicados desde la huerta del antiguo convento. El edificio se encontraba presidido en su entrada por un templete circular escalonado sostenido por columnas corintias de mármol blanco con una fuente interior. A sus lados, tres arcadas sujetas por columnas daban entrada a las tinas, también de mármol blanco, donde se encontraban los cuartos de baño con agua dulce; aunque también existían espacios donde los clientes podían tratarse con aguas medicinales en baños salinos, sulfurosos y ferruginosos. Además de su funcionalidad pública, estos baños tuvieron una importante labor en 1862, pues constituyeron la entrada real hacia la plaza de toros vecina durante la visita de la Reina Isabel II a la ciudad de Málaga. Gracias a un grabado realizado con motivo de la visita real, hoy podemos conocer la fábrica y la estética de estos bellos baños actualmente casi desaparecidos, llamándonos especialmente la atención el templete de entrada y las arcadas, pues son las únicas partes conservadas e integradas actualmente en la estructura del garaje.
Pocas fueron las décadas de esplendor de estos encantadores baños, pues una riada en 1907 anegó gran parte del edificio (concretamente los jardines), dejándose de utilizar como baños desde esa fecha. Además, a finales del siglo XIX se construyó, utilizando parte de su espacio y sobre el solar de la antigua iglesia, el Liceo Artístico y Literario de Málaga que más tarde pasó a ser la sede del Real Conservatorio de Música María Cristina. Ya en la década de los años veinte del siglo XX se reutilizaron sus instalaciones como cine de verano, o para celebrar espectáculos flamencos o combates de boxeo. Será en 1943 cuando el espacio pase a ser definitivamente un garaje de coches, manteniéndose esta explotación privada hasta la actualidad bajo el nombre de Garaje de las Delicias.
Tras conocer el valor histórico-artístico de esta genuina arquitectura decimonónica malagueña, cuesta entender que los Baños de las Delicias no aparezcan como bien protegido en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz o que nadie haya actuado sobre este bien inmueble realizando algún tipo de procedimiento preventivo de conservación o proyecto de restauración y recuperación de la estética y la funcionalidad de su arquitectura. Pero los restos de lo que hace un siglo y medio fueron estos importantes baños para la ciudad de Málaga se encuentran, desde hace sesenta años, en manos poco respetuosas con la conservación de los bienes patrimoniales comunes.
Como ya comentábamos con anterioridad, hasta la actualidad, sólo se han mantenido en pie el templete con su fuente y las arcadas laterales con sus columnas (sin existir ya la estructura de las tinas) en unas condiciones pésimas de conservación: el mármol se encuentra completamente ennegrecido y desgastado por la contaminación de los tubos de escape de cientos de coches que los rodean a diario, y las arcadas prácticamente desaparecidas bajo infinidad de capas de pintura que dan paso a naves laterales con techos de uralita. Parece ser que se mantienen en el interior de este aparcamiento simplemente como elementos ornamentales curiosos, pero nada más. El entorno que los rodea es lacerante pues, un solar desangelado repleto de vehículos y un muro gigantesco lleno de pintadas que sustituye a otra serie de arcadas y columnas impiden su visión, su puesta en conocimiento y su puesta en valor; vulnerando la posibilidad de conocimiento e información de todo ciudadano sobre el patrimonio de su ciudad. Fue una sorpresa inesperada el abrir la puerta y encontrar, de repente, un precioso templete y unas arcadas en medio de un espacio contaminado, oscuro, sucio y dejado que los engulle sin respeto alguno. Una herida profunda en el patrimonio malagueño difícil de recuperar debido a la falta de perspectiva histórica de propietarios y autoridades, permitiendo que poco a poco desparecieran más y más partes del edificio originario. No se ha mantenido ni la integridad física ni la funcional de la construcción, por lo que la recuperación de su aspecto original es toda una utopía en la actualidad, quedándose este bien patrimonial indefenso y moribundo ante esta indignante situación.
Como malagueños amantes del arte pretendemos poner en conocimiento del lector el valor de esta joya escondida que atesora nuestra ciudad. Una arquitectura genuina, de gran valor histórico-artístico, desconocida para la mayoría de los ciudadanos al encontrarse oculta en la oscuridad de un aparcamiento privado que durante décadas la ha hecho desaparecer poco a poco, estructural y visualmente, sin que lo supiéramos, llegando en la actualidad a encontrarse en un estado de casi “inexistencia” que se prolongará hasta su desaparición total si los ciudadanos o las autoridades no actúan en un breve periodo de tiempo.
Bibliografía
CAMACHO MARTÍNEZ, R., Guía histórico-artística de Málaga. Málaga, Edit. Arguval, 1997, pp. 299-300.
CORRADO MALTESE, Las técnicas artísticas. Madrid, Ed. Cátedra, 2006.